Martes 24 de septiembre de 2024. Hacia el fin del siglo XV, para ser
precisos en 1492, el mismo año en que Cristóbal Colón se topó con la
isla de Guanahani (en las Bahamas), durante su travesía por llegar al
otro lado de las Indias, Rodrigo de Borja ascendió al trono de San
Pedro, convirtiéndose en el papa Alejandro VI, el 214 en la historia de
la Iglesia Católica.
En aquel momento, la estructura y dinámica eclesiástica distaban mucho
de la organización que mantienen en nuestra época. Por ejemplo, existían
sólo 23 cardenales y solían elegir a alguno de los oriundos de lugares
colindantes a los Estados Pontificios. Sin embargo, Rodrigo contó con el
apoyo del papa Calixto III, quien fuera su tío, y quien lo convocó a la
península itálica, dejando atrás su origen español. Para lograr una
mayor adaptación y reconocimiento, italianizó su apellido convirtiéndolo
de Borja a Borgia, surgiendo con ello, la leyenda de la familia que dio
tanto de qué hablar.
A pesar de ser parte del clero, Rodrigo Borgia, como muchos de sus
contemporáneos, procreó a varios hijos, de los cuales la historia
identifica plenamente a Juan, César y Lucrecia, quienes fueron piezas
fundamentales en sus estrategias y alianzas. Al convertirse en Santo
Padre, Borgia ordenó a su hijo César y lo integró al Colegio
Cardenalicio. Su intención era que la familia Borgia formara una
dinastía digna de los grandes imperios, sin embargo, las pasiones
desbordadas y traiciones provocaron que el papa Alejandro VI muriera
envenenado justo después de que su hijo César renunciara a sus votos
como cardenal, impidiendo que fuera elegible como obispo de Roma.
Son muchas las versiones que han surgido en torno a la familia Borgia,
pero como toda leyenda, tienen algo de verdad. Todas coinciden en que la
ambición, las influencias y los caprichos fueron la constante en el
actuar de los Borgia.
Poco más de 530 años más tarde, en el continente que fuera descubierto
precisamente con la bendición de tan controversial papa; la ambición,
las influencias y los caprichos se hacen presentes como si se trataran
de una lección bien aprendida y superada, porque, a diferencia del
pasado, hoy las decisiones se toman de manera pública y cuentan con el
aval popular, aunque en muchas de las ocasiones ni siquiera se comprende
lo que se está respaldando.
En México, a menos de dos semanas de que se extinga el actual gobierno
federal, se han concretado medidas de gran impacto que bien valía la
pena ponderar con más calma, pero el todavía presidente tenía prisa, en
consecuencia, sus simpatizantes también. Allende de la reforma
constitucional sobre el Poder Judicial, el casi expresidente lanzó una
estrategia integral que incluyó al partido político que fundó y que le
ha permitido mantener los hilos del poder. Así, colocó a una de sus más
cercanas incondicionales (tan lo es que llegó a ser conocida como “La
morena de Andrés Manuel”), y a su segundo hijo en la dirigencia nacional
de MORENA.
Si bien “Andy” llegó como secretario de Organización, el apellido y
parecido físico son suficientes para que cualquiera se le cuadre. Tan
abrumador fue su arribo que nadie preguntó por la segunda de a bordo,
Carolina Rangel, quien ocupará el cargo de secretaria general del
partido oficial. Aunque más bien parecería que se trata de un premio de
consolación ante su derrota electoral y de una manera de disimular la
ofensiva del tabasqueño, quien antes de entregar la banda presidencial,
como en el juego de la pirinola, ¡toma todo! Imponiendo casi, casi,
hasta el modito de andar.
Post scriptum: “La política es la menos exacta de las ciencias”, Otto
Granados.
*El autor es escritor, catedrático, doctor en Derecho Electoral y
asociado del Instituto Nacional de Administración Pública (INAP).